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Melvin Cantarell Gamboa

20/03/2024 - 12:05 am

Ante la mentira y el engaño, ¿la verdad importa?

Ahora bien, cuando a un pueblo, altamente politizado como el mexicano, se le intenta engañar con trapacerías, para imponer en su imaginario una candidata sin atributos como la del frente opositor y tomar sus ocurrencias como disyuntiva política al proyecto de Nación de la 4t, no sólo es una tontería, sino un menosprecio a la inteligencia colectiva. Tal incongruencia sólo sería posible en un contexto donde la búsqueda de la verdad hubiera sido abandonada para substituirla por tácticas y técnicas capaces de ocultar las nuevas condiciones políticas y sociales que vive el país.

Xóchitl Gálvez Ruiz, candidata presidencial de la oposición.
“Ahora bien, cuando a un pueblo, altamente politizado como el mexicano, se le intenta engañar con trapacerías, para imponer en su imaginario una candidata sin atributos como la del frente opositor y tomar sus ocurrencias como disyuntiva política al proyecto de Nación de la 4t, no sólo es una tontería, sino un menosprecio a la inteligencia colectiva. Tal incongruencia sólo sería posible en un contexto donde la búsqueda de la verdad hubiera sido abandonada para substituirla por tácticas y técnicas capaces de ocultar las nuevas condiciones políticas y sociales que vive el país”. Foto: Daniel Augusto, Cuartoscuro

“Tan pronto se ha tomado en consideración la sociopsicología del engaño, la estupidez se incluye como fenómeno complementario de la mentira”. 

Peter Sloterdijk. 

El parque humano. Editorial Siruela.

La verdad importa porque desmiente con razones suficientes la mentira, principalmente cuando esta última tiene por función velar la realidad con ficciones e ilusiones; la mentira y el engaño suelen fracasar por suplantar los hechos y la realidad con retórica, sofismas o prácticas discursivas que sólo buscan afectar la formación de saberes propios del decir verídico.

Ahora bien, cuando a un pueblo, altamente politizado como el mexicano, se le intenta engañar con trapacerías, para imponer en su imaginario una candidata sin atributos como la del frente opositor y tomar sus ocurrencias como disyuntiva política al proyecto de Nación de la 4t, no sólo es una tontería, sino un menosprecio a la inteligencia colectiva. Tal incongruencia sólo sería posible en un contexto donde la búsqueda de la verdad hubiera sido abandonada para substituirla por tácticas y técnicas capaces de ocultar las nuevas condiciones políticas y sociales que vive el país.

Si la verdad pudiera construirse “a modo” mediante artimañas propias del discurso persuasivo, entonces, la mentira y el engaño serían parte imprescindible en política y dejarían de ser un peligro para el sentido común y la democracia, pero no es así; sólo para los ideólogos, “intelectuales”, opinionistas y apologistas de derecha el asunto de la veracidad en la propaganda electoral no atenta contra la democracia ni sentencia a una Nación a su extinción.

Ahora, llevemos esta reflexión a la cuestión de quién dice la verdad y quién miente en el actual proceso electoral; antes de poner a cada quién en su lugar, hagamos la siguiente pregunta: ¿Por qué condenamos la mentira y el engaño? La mentira es condenable porque el falsario lo hace con la premeditada intención de afectar e influir con sus engaños en el receptor de la información que difunde; en la actual coyuntura política, la derecha para inclinar las preferencias del electorado en favor de sus candidatos niega situaciones incuestionables, sin importar si está atentando contra la realidad en favor de lo falso, si reemplaza el significado de los sucesos por ficciones, imágenes y narraciones con efectos perversos y destructivos.

Ahora bien, si partimos de la idea de que los pueblos y no la clase dominante son los que construyen colectivamente una Nación, entonces, como parte de ese conjunto estamos obligados a evitar que los reaccionarios la destruyan. Lo que hacen los partidos y organizaciones de derecha con sus posicionamientos, la búsqueda desesperada de apoyo en el extranjero, el uso desleal del Poder Judicial y, en tanto partidarios del neoliberalismo, en el uso de los medios para generar condiciones que pongan en duda los próximos comicios atenta contra la existencia misma de la Nación, al mismo tiempo que cancela la competencia democrática y hace imposible el respeto a la decisión de la mayoría. El involucramiento de técnicas no frontales como las señaladas y abrir paso a prácticas de carácter conspirativo para desestabilizar al Gobierno y descarrilar el proceso no tiene otro objetivo que la toma del poder por medios diferentes a la vía democrática, por ejemplo, un golpe encubierto no violento como la lawfare o guerra jurídica y sea el Poder Judicial el que decida “legalmente” el no reconocimiento de un Gobierno legítimamente electo, como lo denunció el Presidente Andrés López Obrador en la “mañanera” del 12 de marzo. Sí, como se sospecha, este es el último recurso de los partidos coaligados de la derecha, entonces se habrán trastocado en subversivos golpistas, en fuerzas disolventes y actuantes en contra de la existencia misma de la Nación, acto que hundiría al país en el caos, ya que rompería el acuerdo implícito entre gobernantes y gobernados de defender la integridad de la Nación como país independiente, autónomo y soberano.  

Ahora bien. ¿De dónde proviene mi sospecha de que la derecha se inclina por este camino? Como todo parece indicar, han dejado a la deriva a su candidata, no han ofrecido una estrategia sólida para enfrentar a la 4t que no sean acusaciones sin pruebas ni sustento, no atacan frontalmente a la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum Pardo, sino al Presidente Andrés López Obrador, evaden compromisos con la ciudadanía y ocultan, porque no tienen, su proyecto de Nación; conducta que revela que tienen otros planes para alcanzar sus inconfesables fines; es más, parecen incluso desconfiar de algunos de sus propagandistas, pese a su estricto control de la casi totalidad de los medios, de contar con la servidumbre del Poder Judicial que les permite censurar al Presidente utilizando recursos legales, disponen de plataformas digitales y que, a su manera y deseos, maniobran para acallar el juicio público. Entonces ¿Por qué tratan de crear descontento recurriendo a la exacerbación de asuntos sin sustento como acusar a la actual administración de nexos con el narcotráfico, de haber recibido la campaña de Morena en 2006 dinero sucio, de alentar el crimen y la inseguridad sin mostrar pruebas, evidencias y sin sustento real?  ¿Por qué el interés de crear escenarios ad hoc, inventar e imaginar situaciones de esta naturaleza e insistir en ellas pese a desmentidos de organismos como la DEA y el propio Gobierno de los Estados Unidos, aun así, insistir en que organismos de inteligencia extranjeros investiguen al actual Gobierno? Si es para debilitar la resistencia popular, hoy bastante sólida, equivocaron el camino; si para preparar un golpe de estado blando, es otro cantar.

Las naciones regularmente sufren peligros que amenazan su destino político, pero siempre han encontrado la solución echando mano del pueblo y de movimientos populares. Para diluir estos amagos disolventes en un contexto anunciado como el que estamos pasando es necesario constituirnos en un frente unificado en defensa de la Nación votando masivamente en favor del candidato y el proyecto de Nación de nuestra preferencia, para que no surja la menor duda sobre los resultados y demos legitimidad al proceso.

En México no existe un malestar colectivo ni mayorías insatisfechas, toda afirmación en contrario es una invención; estoy convencido que las emociones colectivas fluyen hacia la constitución de una comunidad vibrante que se opone a los intereses y preocupaciones de la derecha. No hay crisis de solidaridad, por lo contrario, nuestro deseo íntimo es crecer juntos y con instituciones que cumplan con sus funciones específicas y sirvan a todos sin distingos. Esto significa que el Estado mantenga unida a la Nación en un proyecto común, una historia común y un destino colectivo común con perspectivas de equidad y justicia social; una Nación se mantiene sólida cuando cada uno de sus miembros manifiesta la determinación de convivir e inspirarse unos a los otros para producir el bien general y no ser rehenes de ninguna clase o grupo. El pueblo como creador de la Nación no debe permitir que ningún poder se ponga encima o fuera de él.

De ahí, la afirmación de Ernest Renan: “Una Nación es un referéndum diario, sólo puede existir como un plebiscito de todos los días; porque para que una Nación exista se requiere que la mayoría de los individuos que la conforman tengan muchas cosas en común y una visión de futuro para conservarse, sin importar las diferencias entre sus habitantes, sólo cuenta que quieran vivir juntos sin agredirse y constituyan un pueblo, una Nación con instituciones comunes”. Renan, filósofo francés del siglo XVII, explica: “La existencia de una Nación es producto de la voluntad de un pueblo, se mantiene si éste está siempre dispuesto a defender la autodeterminación nacional… La Nación existe, porque el pueblo es el origen de todo; por eso su voluntad siempre es legal… la Nación es todo lo que puede ser por el mero hecho de que es y el pueblo no puede ser una masa pasiva sometida a una minoría activa y rica… El pueblo contempla la idea de Nación como un proyecto de vida y de vivir una circunstancia o situación” (E. Renan. Qué es una nación. Sequitur Ediciones). Si el pueblo, como quiere la derecha, renegara de esta sabiduría, no sólo perdería el sentido político correcto, sino que abriría paso a lo fútil, se alejaría de la cosa pública y perdería el sentido de Nación y renegaría a ser una comunidad, ese conjunto de individuos que comparten pacíficamente un territorio, un idioma, una historia y un futuro promisorio. Por eso, el proyecto de Nación más equitativo es el que opta por los pobres y los desheredados del sistema. No te confundas.

Melvin Cantarell Gamboa
Nació en Campeche, Campeche, en 1940. Estudió Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Es excatedrático universitario (Universidad Iberoamericana y Universidad Autónoma de Sinaloa). También es autor de dos textos sobre Ética. Es exdirector de Programas de Radio y TV. Actualmente radica en Mazatlán, Sinaloa.

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